El mundo se está transformando constantemente, lo cual impacta directamente a las organizaciones dado que cambian las personas y la forma de hacer las cosas, por tanto, se hace necesario crear un ecosistema que propicie el desarrollo de competencias en cada colaborador que permitan enfrentar los desafíos contemporáneos y lograr el cumplimiento de los objetivos estratégicos trazados por las compañías.

Entonces, se trata de preguntarse si lo que se requiere es prepararnos para nuevas formas de aprender o aprender cosas nuevas; la respuesta es ambas, porque como lo dice Segura (2017):

Estamos viviendo una época de cambio donde la digitalización e interconexión de la producción, articulada en el concepto de Industria 4.0, está cambiando drásticamente el sector productivo. Esto conlleva un cambio fundamental en las competencias de los profesionales de la industria exigiendo la adquisición de conocimientos avanzados, pensamiento creativo, flexibilidad, habilidad para la resolución de problemas complejos y toma de decisiones.

Lo cual nos supone un reto monumental, que cuestiona la forma en que se imparte conocimiento en todos los niveles educativos, reclamando la necesidad de construir procesos de formación que respondan a nuevas maneras de aprender y a las dinámicas cambiantes del negocio y la sociedad.

Es por ello, que el concepto de aprendizaje innovador visto como el proceso “capaz de preparar a los individuos y a la sociedad para enfrentarse a los problemas que se confrontan en un mundo de complejidad creciente” (Servidor Alicante) toma cada vez más protagonismo e importancia. Además, si consideramos que cuenta con características como la participación, la anticipación, la autonomía, la integración, la flexibilidad y la creatividad, entendemos que no es una opción sino una obligación para cualquier compañía pensar en el desarrollo de este tipo de iniciativas.